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Demostración práctica: Ejemplo 3º

DEMOSTRACIÓN PRÁCTICA.

Ejemplo 3º. Entrevista 

DEMOSTRACIÓN PRÁCTICA. 

Ejemplo 3º Relato

AMAR, MERECER, SOBREVIVIR
Relato para Caso 3º

Por: Bernardo Ortín

Corre el año 1820 en la ciudad de París, el descontento social es creciente. Las promesas de la industrialización no se han cumplido y la modernidad no trajo las mejoras que prometía. Sin embargo, y contradictoriamente, se respiran aires de euforia reformista que conviven con el desencanto. Comienzan a aparecer alternativas más o menos utópicas que se traducen en distintas fórmulas de organización social comunitaria.

Libertad tiene doce años, acaba de llegar de una pequeña aldea próxima a la capital y se ha enrolado en un Falansterio de la ciudad. Se trata de una comunidad que comparte la producción, el consumo de bienes y la residencia de todos sus miembros. Utopía basada en las ideas de Charles Fourier, que aspiraba a la igualdad de todos los seres humanos, la paz y la exclusión de todo tipo de competitividad. Una propuesta contraria al sistema de producción en el taller y la fábrica capitalista.

Libertad es una niña astuta para su corta edad. Desde siempre ha sabido percibir la amenaza y detectar a los depredadores. Más que la soledad, le perturba la compañía de aquellos que quieren utilizarla sin decírselo claramente. Desde muy niña desarrolló una gran intuición para predecir cuándo entra en riesgo de extorsión. Sin embargo, eso no hizo mella en su candor y entrega a la vida. Eso permanecía intacto en ella.

Desde que lo recuerda se crio sola, con el apoyo de unos tíos lejanos y ejerciendo de madrecita de sus dos hermanos algo más pequeños que ella. Sus padres le dejaron en herencia dos referentes. Por un lado, la experiencia de abandono. Su madre desapareció, le dicen que desde que era muy niña, Libertad no recuerda cuándo. Por otro lado, la necesidad urgente y constante de apartarse de su padre. Cada vez que aparecía en su vida era para procurarle desgracias mayores que su ausencia. De modo que era mucho mejor no verle.

Un día las autoridades determinaron que los tres hermanos debían interrumpir su autónoma vida y fueron acogidos en tres hospicios diferentes. Dijeron que si los internaban juntos se reforzarían demasiado entre sí. Una noche se presentaron en la choza en la que vivían en los alrededores de la aldea y se los llevaron. Al poco tiempo Libertad se escapó rumbo a París donde pudo participar en proyectos vitales que le dieron cierta esperanza para su futuro combinado con el dolor por la situación de sus hermanos.

Libertad vivía en una paradoja que le hacía sufrir. Por un lado, no quería parecer débil. Cuando se relacionaba con la gente, tenía por costumbre no quejarse de su suerte, se abstenía de contar su vida y sus enormes dificultades. No por orgullo, pero pensaba que su vitalidad era superior a cualquier carencia sufrida en la niñez.

Por otro lado, quería compartir sus limitaciones con sus seres queridos. Deseaba que supieran y tuvieran en cuenta que en ocasiones se sentía derrotada y que sufría cuando le hacían daño. Albergaba un dolor antiguo que no sabía si era totalmente suyo o lo arrastraba de sus ancestros a modo de factura de lealtad. Quizá se originó en el sufrimiento de su madre o de su abuela y ella lo portaba como forma de pertenecer al clan familiar.

En la comuna conoció todo tipo de personas. Había gente auténtica que creía sinceramente en los valores de la libertad y la cooperación. Aunque también conoció personas que estaban en la comunidad porque quedaba bien pensar así, incluso lo utilizaban para parecer interesantes y seducir a nuevas y nuevos integrantes. Estos solían tener una actitud de querer ser el más libertario y cooperativista del grupo, lo cual no dejaba de introducir una idea de jerarquía entre los que se supone que debían ser iguales. Otros planteaban matices innovadores en la práctica comunal, como si quisieran diferenciarse dentro del colectivo de los comuneros. Solía haber acalorados debates sobre estos asuntos.

Libertad era joven y discreta y aunque no se posicionaba, sí que era capaz de detectar estos matices.

La vida en el falansterio transcurría con la intensidad que requieren los procesos fundacionales. Momentos de satisfacción por llevar adelante el proyecto, combinados con luchas fratricidas para que todo resultase muy auténtico.

Su madre irrumpía a veces en su vida y siempre cuando la necesitaba. Le llegaron noticias de que a Libertad le iba bien en la comuna y periódicamente se acercaba a visitarla para pedirle cosas. La muchacha sufría con estas visitas. No quería dar ante sus compañeros la imagen de insensible y distante con respecto a su madre, pero tenía que marcar distancias. Afortunadamente para ella, su padre la olvidó, ya que Libertad no le servía para nada y en lo que podría servirle, la niña no estaba dispuesta a colaborar.

A veces pensaba que la culpa de su situación la tenía ella misma, ya que era la pequeña con respecto a sus padres. Ellos ya estaban en el mundo cuando ella nació y si la rechazaron desde el principio sería seguramente porque ella tenía un defecto que la hacía indeseable. Le daba vueltas y vueltas para saber cuál sería esta tara y encontraba muchas. Entre un pensamiento y otro, se sumía en largos episodios de melancolía y desesperación.

Libertad no encontraba su lugar en el mundo. Ni con su familia, ni tampoco en la comuna, a la que agradecía todo lo que habían hecho por ella, pero no se sentía del todo acogida. Tampoco encontraba lugar en sí misma, porque se consideraba de algún modo inadecuada. Y es que, si nadie te da un lugar en el mundo, es muy difícil habitarlo. Una persona sabe quién es cuando recibe el abrazo del padre o la madre. El desapego que sentía por sus padres la hacía pensar que era siniestra y malvada.

Libertad entró en el Falansterio muy joven y le asignaron una especie de tutor encargado de guiarla. En una ocasión, cuando ella tenía catorce años, este tutor manifestó que no quería continuar con esta labor. Quizá estaba desganado en esos momentos, nunca se supo, pero en vez de decir esto, empezó a responsabilizar a sus pupilos de su desmotivación. Dijo que no quería sobrecargar a la comunidad con estos muchachos que no se esforzaban lo suficiente por colaborar con el proyecto y se dedicó a buscarles un nuevo acomodo. En el caso de Libertad propuso que volviera a vivir con su padre. Al conocer la noticia, la muchacha se desmoronó. El terror se instaló en su cuerpo y suplicó llorando que no le hicieran esto. El tutor no se conmovió y le dijo que dejara de hacer teatro. Que abandonara esas lágrimas de cocodrilo y se dispusiera al encuentro con su padre porque era lo mejor.

Para Libertad la vida en el Falansterio se desmoronó por completo. Esa misma noche emprendió de nuevo la huida. Recuperó la sensación de que ella era la causante y culpable de todos sus males. Pero esta vez, tres personas la acompañaron. Dos chicos y una chica se animaron a seguirla y se convirtieron en colegas inestimables de viaje. Le mostraron a Libertad lo que es la amistad desinteresada, el vínculo vital que le hizo sentir que era elegida.

A esto siguió la mejor etapa de su vida en la que experimentó el amor y la satisfacción. Cuando las cosas se estabilizaron, llamó a su madre para dar señales de vida. Sorprendentemente, su madre se mostró fría e indiferente al principio, para pasar a atacarla después, la acusó de haberla abandonado y de ser tremendamente egoísta.

Libertad sintió que el suelo se movía bajo sus pies. Por primera vez se dio cuenta lúcidamente de que la que fallaba al vínculo era su madre, que ella había intentado comprenderla y que, aunque parezca increíble, su madre estaba tan centrada en sí misma que la hacía incapaz de ejercer su papel maternal. Tomó una conciencia rápida de que no tenía más margen.

La vida le puso delante un nuevo argumento: Una cosa es lo que entiendo y otra lo que puedo aceptar. Podía comprender la difícil vida que había llevado su madre, pero eso no significaba que tuviera que aceptar todo el abandono al que la había sometido. Tenía que aceptar el vínculo que tenía con ella, pero eso no significaba que tuviera que quererla, solo darle el lugar que le correspondía.

Tiempo después su madre le anunció que iría a visitarla con la intención de explicar a los compañeros de Libertad la mala hija que tenía y todo lo que había tenido que soportarla.

Y Libertad pensando en esa visita que imagina que será la primera de una nueva etapa de su vida se pregunta si ¿por fin será capaz de expresar ante sus compañeros el sufrimiento que le causa su madre? ¿O seguirá exhibiendo ese otro lado suyo que se niega a sí misma el dolor que ha acumulado durante años?

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